GUSTAVO GARMENDIA.
La forma de morir serenamente.
Gustavo Garmendia integraba el estado mayor del presidente de la República, Francisco Madero, durante los hechos del día 18 de febrero de 1913.

Madero se encontraba en el despacho presidencial, en ese momento llegó un grupo de soldados, encabezados por Aureliano Blanquet tratando de aprehender al presidente.
Madero intentó refugiarse en su oficina, mientras los oficiales Teodoro Jiménez Riveroll y Rafael Izquierdo forcejeaban y jaloneaban al presidente, Gustavo Garmendia les gritó: “al presidente de la República no se le toca”, adelantándose a los alevosos, Garmendia, desenfundo su pistola y de un certero disparo mató a Riveroll, siguiendo sus movimientos, Federico Montes Alanis ultimó a Rafael Izquierdo.

Madero se asomó al balcón donde se dio cuenta que era vitoreado por la multitud, bajo confiado al patio de palacio únicamente para ser apresado inmediatamente. Garmendia logró salir por la ventana, brincando sobre las azoteas alcanzó a esconderse en una casa de las cercanías, espero la noche para trasladarse a un lugar cercano a Tacubaya, donde se refugió por varios días.
Garmendia se escapó al norte de la República, habiendo sido declarado desertor, se quemó la cara con permanganato para pasar desapercibido.
En el norte se adhirió a las fuerzas de Álvaro Obregón, participando en la tercera toma de Culiacán en noviembre de 1913.
Gustavo Garmendia murió herido de bala el 12 de noviembre de 1913. Álvaro Obregón dio informe de su muerte en su parte de guerra:
“…el fuego se había establecido desde luego muy nutrido y como a las nueve de la mañana que llegaba el 5º Batallón con su jefe, el Teniente Coronel Gustavo Garmendia a su frente, al fortín, desalojando en una lucha encarnizada a los federales que se hacían fuertes en él, cayó Garmendia herido en una pierna con bala expansiva que le produjo intensa hemorragia y a pesar de haber sido desde luego ligado fuertemente y sacado del sitio en que con tanta bizarría se batía, sobrevino la muerte en medio de una serenidad que impresionó a los presentes, y antes de que pudiera llevársele a un lugar en que se impartieran auxilios médicos.
Su cadáver fue conducido al Cuartel General donde se le hicieron las guardias de Jefes y oficiales y a la mañana siguiente fue trasladado a Navolato dándole sepultura con los honores debidos”.
Fuente: Álvaro Obregón, Ocho mil kilómetros en campaña, pág. 94.
Jorge Cabrera Vargas