Si Jesús se hubiera tomado una selfie, jamás habría sacado de allí a Pedro o a Judas. Somos nosotros los que marginamos y hacemos muecas a quienes consideramos indeseables, impulsivos y traicioneros… Jesús, aun sabiendo lo que harían, los amó hasta el fin.
Caminó sin amargura ni resentimiento con quienes sabía lo iban a traicionaron. Instruyó y capacitó a quienes lo abandonarían. Les dio poder a quienes le dieron la espalda, lo negaron y traicionaron. Se presentó de forma contundente a quien dudó de Él. No hizo todo esto por quienes eran ellos, sino por quien es Él.
Nunca demostró desprecio, rencor o indiferencia por ellos, aun conociendo su corazón; sino que los instruyó y posicionó para que hicieran cosas más grandes de las que Él había hecho.
No importa cuál sea tu situación actual, vuelve a Jesús, ríndete a Sus pies, entrégale tu vida, acéptalo como Señor y Salvador. Quizá estás haciendo falta en la “fotografía de la eternidad”.
El Amor de Dios es el más grande, maravilloso y perfecto del universo, de todos los tiempos. Busquemos ser más como Jesús, amar incondicionalmente como Él amó, mirar a los demás a través de Sus ojos de compasión.