UN REGALO DE AMOR.


Escrito por Francisco Rodríguez.

Día de santos reyes. Cada quien es libre de inculcar esa tradición o no a sus hijos. Conozco personas que dicen ser muy realistas y no permiten que sus hijos vivan esa, ni ninguna otra fantasía.

Muy respetados sus criterios. De igual manera considero que también deben de respetar a quienes sí estimulamos la fantasía de nuestros hijos (Y ahora nietos en mi caso)
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Durante mi infancia, el que llegaba a casa era el Niño Dios, con humildes regalitos, pero llegaba. Era emocionante levantarse el día 25 de diciembre para ver que había dejado sobre mi huarache.


Los Santos Reyes, solo una vez me trajeron algo y fue verdaderamente maravilloso. Fue aquella ocasión que me quedé a dormir en casa de mi tía Socorro (Hermana de mi padre)
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Recuerdo que mis primos despertaron muy emocionados porque era seis de enero y corrieron a ver si Los Santos Reyes habían dejado algo en sus zapatos.

Con mucha algarabía sacaron lo que encontraron, un billete de un peso (En mi infancia un peso era una cantidad considerable para un niño)
Mi tía Socorro me dijo:


-Anda, ve a ver si también a ti te trajeron algo.
Con escepticismo fui a ver mis huaraches y ¡Qué maravilla! También a mí me habían dejado un peso ¡No podía creerlo! Los Santos Reyes se habían acordado de mí.
Salí corriendo de casa de mis primos para ir a contarle a mi madre el hermoso acontecimiento.
La encontré en la cocinita de techo de cartón, raspando el frasco del azúcar intentado sacar hasta el último granulo para endulzar el té de hojas de limón con el que desayunaríamos, pues ese día no había dinero para comprar café.
-¡Amá, amá! ¡Mira, mira! ¡Los Santos Reyes me trajeron un peso! – El rojo billete lucía en mi mano.
Ella podía haberme dicho que no era verdad, que el dinero lo había puesto mi tía Socorro o que los Santos Reyes no existían, sin embargo, sonrió y me respondió:
-Ya sabía.
-¿Ya sabías? ¿Cómo?
-Es que anoche vinieron aquí los Santos Reyes y me preguntaron ¿Señora, en dónde está su hijo? Le traemos un peso de regalo. Yo les dije, se quedó a dormir con sus primos. A bueno, entonces lo vamos a ir a buscar allá para llevárselo. Muy bien. Y por eso fueron a llevarte tu regalo con tu tía Socorro.
-¡Gracias mamá, por haberles dicho eso!
Luego me vino una pregunta, si me habían ido a buscar a mí, seguramente a mis hermanos también les habían dejado dinero.
-Ma ¿Y a mis hermanitos cuánto les dejaron? ¿O los Santos Reyes solo me trajeron regalo a mí?
Mi madre sonrió y luego me dijo en voz baja.
-Ah, no…cuando le traen regalo a un niño, les traen a todos. También a tus hermanitos les dejaron un peso, pero no les vayas a decir. Es que antes que se levantaran, yo les agarré su dinero y fui a comprar frijoles para comer.
-¿Y por qué no compraste azúcar?
-Es que no me ajustó.
En aquel momento sentí un remordimiento muy grande. No era justo que el regalo de mis hermanos se había utilizado en comprar comida, mientras yo tenía mi peso íntegro. No lo pensé dos veces para decirle a mi madre.
-Toma mamá, también mi peso cómpralo de comida.
Miré que mi madre hizo un puchero como cuando uno se aguanta las lágrimas. Me hizo una caricia en el pelo y me dio un beso, luego me dijo:
-No me lo des, tú mismo ve a la tienda, trae un kilo de azúcar, un paquetito de café y lo que sobre de galletas de animalitos. Con eso vamos a desayunar.
-Sí mamá – Y fui corriendo a la tienda.
En ningún momento me arrepentí de mi acción, al fin y al cabo, los Santos Reyes se habían acordado de nosotros. No me habían traído un peso, me habían traído un regalo de amor.