Los hermanos son aquellos individuos que están más allá de todo y de todos. Son amigos del alma y de vida. Son relaciones que continúan a pesar de los problemas, momentos que nos hacen reirnos aunque en su día nos tomemos de los pelos.

Hemos podido analizar muchas veces, quejarnos de ellos, querer ignorarlos y que los tragase el mundo, molestarlos y hacerles más de una trampa de manera intencional. Todo esto ha sido mutuo, tal y como se dice, los hermanos son los “enemigos” con los que más discutiremos y, a su vez, a los que más vamos a amar.

El mejor regalo de los padres a sus hijos es la posibilidad de crecer junto a un hermano, de saber compartir alegrías, enfados, juguetes, etc. Así, la convivencia con los hermanos brinda grandes aprendizajes pero, sobre todo, el de la unión de dos corazones.

Una unión que ofrece la posibilidad de aprender a cuidar, de no preocuparse solo por uno mismo y de velar por la seguridad y el bienestar del otro. Cuidar de un hermano no es comparable a nada más en la vida.

Puede que las circunstancias nos cambien o nos alejen de nuestros hermanos, pero sabemos que el amor permanece invariable a pesar del tiempo. En definitiva, aunque las prioridades cambien, un hermano lo es para siempre.