La importancia de la Semana Santa Rarámuri es la reiteración, de la relación de los tarahumaras con Dios. De su dependencia cósmica. Se intenta de reconocer sus gracias y de pagarlas. Los festejos tienen lugar alrededor de las iglesias en un territorio de 35 mil km cuadrados que conforma el “mundo” raramuri en la Sierra de Chihuahua. Son cerca de 30 templos, a buena distancia entre ellos.
Durante la Semana Santa Rarámuri, la actividad principal se ubica en el conflicto que reina entre Dios y el diablo. La población se divide en dos clanes de la misma relevancia: los “fariseos”, aliados del diablo, y los “capitanes y soldados” que defienden a Dios. Danzas, misas se suceden en una eclosión más pagana que católica. Llegado el tiempo, el jefe, el mandamás de los dos bandos, consulta en voz alta la opinión de los “soñadores”, los depositarios del misterio, a quienes reconocen por la riqueza de su experiencia onírica.
Y ellos, contestan de forma solemne: Dios está débil y fácilmente vulnerable. ¿Cuál es la causa de esta debilidad pasajera? Que el diablo lo ha obligado a beber tesgüino, en cantidades sustanciales, y Dios no ha logrado recuperarse todavía.

El pueblo rarámuri cumple la encomienda de proteger a Dios y a su esposa hasta que vuelva a su buen estado. De no ser así el diablo los destruiría y, con ellos, al mundo. Al periodo de la Semana Santa Rarámuri se le denomina, en el lenguaje rarámuri, comonorirawachi que significa “cuando caminamos en círculo” porque, en efecto, la mayor parte de la celebración transcurre dándole la vuelta a cada iglesia en procesión reverente y continua. Así, establecen un cordón de creencia que defiende a la iglesia y, por extensión, a Dios y a su esposa.
En este periodo crucial del año, el destino del universo descansa en la espalda quemada de los tarahumaras que impiden al diablo la victoria sobre Dios y, con ella, la destrucción del mundo conocido.