Cuentan los viejos que en un poblado, hoy conocido como “la Junta Chihuahua” había una partera muy conocida y recomendada por todos los habitantes de la región, pues sus cuidados y recomendaciones a aquellas mujeres que iban a dar a luz eran muy atinadas.

Una madrugada, fue llevada casi por la fuerza por un intimidante grupo de apaches que solicitaban su servicio.

Vendada de los ojos y a caballo la llevaron a la cumbre de una montaña cercana al poblado donde habitaba.

Por un camino peñascoso y antes del amanecer llegaron a una cueva donde una hermosa y joven mujer apache, al parecer hija del gran jefe, lloraba y gritaba de dolor; tenía grandes problemas para dar a luz.

La Partera puso gran empeño e hizo uso de todas sus habilidades para que al fin de un gran rato, y con el asombro de todos los miembros de la tribu apache soltara un fuerte llanto un nuevo guerrero apache y su madre gozando de descanso y salud lo tomara en sus brazos para amamantarlo.

Con algarabía y rodeados de un espíritu festivo los apaches festejaron y el jefe, agradecido por salvar la vida de su hija regaló a la señora algunos artículos de oro y monedas amarillas brillantes con sellos españoles que se encontraban en el interior de la cueva.

Sana y salva la partera fue regresada a su domicilio. Platican que a partir de esa noche la partera arreglo su casa y compro algunas cabezas de ganado.

Los vecinos mucho preguntaron a la señora donde estaba la cueva apache y ella nunca reveló su paradero pero por los actos y tiempos calculados se cree que el Tesoro Apache se encuentra en el Cerro de Miñaca.