“Llevamos 8 años juntos y vivimos en Irlanda, a 50 millas de Dublín, en un apartamento alquilado y sin trabajo.
No trabajaba porque pasaba todo el tiempo entrenando.
Siempre ha sido mi sueño ser un héroe.
Ella creyó en mí y, a pesar de la falta de dinero, me esforcé por cuidar mi alimentación y tuve que comer comida deportiva y comidas respetables.
Ella siempre me cuidó y me animó”.
Cuando llegaba a casa de una intensa sesión de entrenamiento, exhausto y cansado, ella siempre me decía: ‘Conor McGregor, sé que puedes hacerlo y funcionará’.
“Y ahora gano millones de dólares peleando en combates con entre 50.000 y 70.000 espectadores.
Ahora puedo comprar cualquier coche, cualquier ropa, cualquier casa, y aun así, ella nunca me ha pedido nada, pero se merece lo mejor del mundo.
Ella siempre está a mi lado y me dice que puedo hacer cualquier cosa.
He llegado hasta aquí gracias a ella; nunca me ha defraudado y nunca me ha dejado solo”.
Por Chihuahua Es Cultura