Hace más de dos décadas, el Palacio Alvarado abrió sus majestuosas puertas para convertirse en el epicentro cultural de la ciudad de Parral, un lugar donde la historia y el amor se entrelazan para cautivar a parralenses y turistas por igual.
Conocido también como el “monumento al amor”, este magnífico edificio es uno de los principales museos del norte de México, no solo por su impresionante arquitectura, sino también por el invaluable legado histórico que alberga en su interior.
La historia del Palacio Alvarado está íntimamente ligada a la familia Alvarado Torres. Francisco Alvarado, padre de Pedro, residía en la colonia Alfareña, justo en el lugar donde hoy se erige este emblemático palacio. Pedro Alvarado Torres, nacido el 16 de julio de 1873 en el barrio de Guanajuato, heredó de su padre la mina “La Palmilla” tras su fallecimiento en 1895, convirtiéndose con el tiempo en su único propietario.
Pero la historia de Pedro Alvarado no estaría completa sin mencionar a Virginia Griensen Zambrano, la mujer que conquistó su corazón. Se dice que se conocieron en la calle Guillermo Prieto, cerca del río, donde Virginia solía lavar la ropa. A pesar de provenir de una familia humilde, Virginia se convirtió en la esposa de Pedro Alvarado el 19 de marzo de 1895, dando inicio a una familia de seis hijos.
La construcción del Palacio Alvarado comenzó en 1898 y concluyó en 1903, pero no sería sino hasta 1906 que se completaron los trabajos de decoración y amueblado. Este espléndido edificio fue obra de varios maestros canteros, marmolistas, carpinteros y pintores locales y extranjeros, destacando figuras como Isaac L. Ceballos, Federico Gabriel Amérigo Rouvier, Antonio Decanini y Gustavo Langenberc.
La historia del Palacio Alvarado toma un giro emotivo cuando Pedro Alvarado decide que toda su fortuna pase a manos de su única hija, Lucia Alvarado, tras la muerte de Virginia. Con solo seis años de edad, Lucia se convierte en la dueña del palacio y su vasta herencia.
Lucia Alvarado, a su vez, forma una familia y tiene tres hijas, entre ellas Lilia Vázquez Alvarado, conocida cariñosamente como Pili Alvarado. Esta última, nacida dos años antes del fallecimiento de Pedro Alvarado, lleva consigo el legado de su abuelo en cada rincón del Palacio Alvarado.
El Palacio Alvarado, más que un museo, es un testamento del amor, la historia y la riqueza cultural de Parral. Sus imponentes muros guardan los secretos de generaciones pasadas y continúan siendo un faro de inspiración para las futuras generaciones.