Cuando miramos hacia el cielo nocturno, podríamos imaginar que las galaxias se alejan unas de otras como barcos en un océano. Sin embargo, la realidad es mucho más fascinante: no son las galaxias las que se mueven a través del espacio, sino el propio espacio el que se está expandiendo.
Esta sorprendente idea, respaldada por la teoría de la relatividad general de Einstein, establece que el espacio-tiempo es dinámico y puede cambiar con el tiempo. En nuestro universo, este cambio se manifiesta como una expansión: el espacio entre las galaxias se estira, aumentando constantemente las distancias cósmicas.
La evidencia clave de este fenómeno fue descubierta en 1929 por el astrónomo Edwin Hubble. Al observar la luz de galaxias lejanas, Hubble notó un patrón claro: su luz mostraba un corrimiento al rojo, es decir, se desplazaba hacia longitudes de onda más largas. Este efecto era proporcional a la distancia de las galaxias, lo que indicaba que, cuanto más lejos se encontraban, más rápidamente parecían alejarse.
Pero este movimiento no es convencional. No se trata de galaxias volando por el espacio, sino del espacio mismo expandiéndose, lo que genera esa ilusión de movimiento.
En escalas locales, como dentro de nuestra propia galaxia —la Vía Láctea— o en el Sistema Solar, la gravedad es lo suficientemente fuerte como para resistir esta expansión. Sin embargo, en las vastas distancias entre galaxias, la expansión continúa moldeando el destino del cosmos.
Este fenómeno no solo redefine nuestra comprensión del universo, sino que también plantea preguntas fundamentales: ¿hasta cuándo seguirá expandiéndose el espacio? ¿Cuál será el destino final del cosmos?
Por ahora, lo único cierto es que vivimos en un universo en constante transformación, donde incluso el tejido mismo del espacio está en movimiento.

Por Chihuahua Es Cultura