Los creyentes de la Tierra plana aseguran que vivimos sobre un disco rodeado por un muro de hielo. Que la gravedad no existe, que todas las fotos del espacio son falsas y que científicos, pilotos, maestros y astronautas forman parte de una gran mentira.
Uno de sus argumentos más repetidos es:
💬 “Si la Tierra es redonda, ¿por qué el horizonte se ve plano?”
La respuesta es simple: porque la Tierra mide casi 25,000 millas (40,000 km) de circunferencia. Su curvatura es demasiado sutil para apreciarse desde el suelo, aunque se vuelve evidente desde globos de gran altitud, aviones y naves espaciales.
Otros afirman que las rutas aéreas prueban la existencia de una Tierra plana. Pero esos trayectos solo tienen sentido en un globo. Sistemas como el GPS funcionan gracias a satélites que orbitan un planeta esférico, no sobre un disco imaginario.
Algunos también argumentan que, si la Tierra girara, los océanos “saldrían volando”. Pero es la gravedad la que mantiene todo en su sitio: el aire, el agua, incluso nosotros. Esa misma fuerza explica las mareas, el peso y las órbitas. No es una suposición, es física comprobable y medible.
Y ahí está la diferencia clave.
Las teorías científicas reales se basan en evidencias repetibles y verificables.
La teoría de la evolución, por ejemplo, cuenta con más de 160 años de respaldo: fósiles, genética, observación y predicciones que han resistido cada intento de refutación.
La Tierra plana, en cambio, no predice, no explica y no demuestra. Solo niega.
Porque, en el fondo, el movimiento terraplanista no busca descubrir la verdad.
Busca desconfiar de todos los que ya la encontraron.