Cuando John Lennon conoció a Yoko Ono en 1966, se enamoró perdidamente. Dejó caer a su primera esposa, Cynthia, como si fuera una patata caliente.
Tuvo una aventura y se casó con Yoko a principios de 1969. Le dio a su ex sólo un estipendio como acuerdo de divorcio, aunque sabía que Cynthia iba a tener que mantener y criar a su hijo, Julian, que entonces tenía sólo cinco años.
Después de unos años, Cynthia pronto se quedó casi arruinada; sabía que tendría que juntar algo de dinero para que ella y Julian pudieran sobrevivir. Tomó una decisión necesaria, vendería las cartas de amor y los dibujos que John le había regalado cuando eran una pareja joven, enamorada, en la adolescencia.
Las cartas eran muy apasionadas, llenas de citas de “Te amo, Cyn”.
Puedes imaginar cuánto debe haberle dolido a Cynthia tener que desprenderse de estos recuerdos de valor incalculable. Cynthia los vendió por una gran cantidad.
El comprador fue Paul McCartney.
Paul había pagado una pequeña fortuna por los recuerdos. Unos días más tarde, Cynthia recibió todas las cartas y dibujos por correo, ahora todos cuidadosamente enmarcados.
Vinieron con una nota.
La nota decía:
“Nunca vendas tus recuerdos. Con cariño, Paul McCartney”.