En las afueras de la ciudad de Chihuahua, se yergue un vestigio sombrío del pasado industrial de la región: la ex Planta Fundidora Ávalos. Este lugar, una vez bullicioso centro de producción de metales, ahora yace en ruinas, envuelto en un aura de misterio y oscuridad que ha intrigado a la comunidad local durante décadas.
La historia de la Planta Ávalos se remonta a principios del siglo XX, cuando la empresa American Smelting and Refining Company (ASARCO) la estableció como una fundidora de metales. Durante décadas, la planta fue un importante centro de producción de plomo, generando empleo y riqueza para la región.
Sin embargo, su legado se vio empañado por graves problemas ambientales. Tras su cierre en la década de 1990, estudios revelaron niveles alarmantes de contaminación por metales pesados en el suelo circundante, incluyendo arsénico, plomo y cadmio. Estos contaminantes, altamente tóxicos, representan un grave riesgo para la salud de los habitantes de la zona, causando una serie de enfermedades y dolencias.
A pesar de los esfuerzos por remediar el daño ambiental, el legado de la Planta Ávalos persiste. Los residentes cercanos informan de síntomas preocupantes, desde dolores de cabeza hasta casos de cáncer, atribuidos a la contaminación que dejó la fundidora.
Pero más allá de sus impactantes problemas ambientales, la ex Planta Fundidora Ávalos también esconde una leyenda tenebrosa que ha capturado la imaginación de la comunidad. Se dice que en el pasado, un terrible accidente cobró la vida de numerosos trabajadores, cuyas almas aún deambulan entre las ruinas del lugar. Una historia especialmente escalofriante relata el intento de una mujer por comunicarse con su esposo fallecido a través de un oscuro ritual, que terminó en tragedia y muerte.
A pesar de los esfuerzos por revitalizar la zona, la ex Planta Fundidora Ávalos sigue siendo un lugar de intriga y temor para muchos. Sus ruinas desoladas y su historia turbia sirven como recordatorio de los peligros del descuido ambiental y la tragedia humana.