Hacia septiembre de 1982, última etapa del sexenio de José López Portillo y de Arturo Durazo Moreno como jefe de la policía capitalina, crecía el escándalo en torno de la corrupción de los más altos funcionarios del gobierno Se hablaba ya, sin mayores datos, de la célebre “colina del perro” y se hacían denuncias, igualmente vagas, de las costosas residencias de Durazo.
El 13 de septiembre, Proceso (No 306) publicó informaciones precisas sobre las casas que construía en Cuajimalpa la familia López Portillo y la que levantaba Durazo, sobre terrenos ejidales, en la bahía de Zihuatanejo.
Por el estilo de la construcción el reportero Ignacio Ramírez describió la casa de Durazo como una copia del Partenón El nombre fue pronto símbolo de la vida criminal de Durazo.
A continuación reproducimos párrafos sustanciales del reportaje sobre la casa en la que El Negro
Durazo se soñó, un día, viviendo cerca del Olimpo griego
Abandonar, aunque sea por unos instantes, este mundo terrenal para llegar al Olimpo, no es cosa fácil: un portón de hierro forjado de 20 metros de ancho por 10 de alto separa al paraíso del infierno.
Es la puerta de entrada a la casa del general Arturo Durazo Moreno, quien mandó construir una réplica del Partenón, que envidiarían el gran maestro de la arquitectura y escultura griega Fidias y sus alumnos, mas no por el conjunto de la obra en sí, que al fin y al cabo es un burdo remedo, sino por el confort; aire acondicionado, televisores a color, hornos de microonda, consolas y otros souvenirs del jefe policiaco.
La fortaleza se levanta en una área de 20,000 metros cuadrados —parte de ellos terrenos ejidales, sin decreto presidencial de expropiación ni, desde luego, indemnización para los afectados—, en una colina que da frente a la playa “La Ropa”, entre las denominadas “Las Gatas” y “Zihuatanejo” con la mejor vista de la bahía.
La casa, tuvo un costo de 700 millones de pesos Pintura dorada cubre los frisos de las 42 columnas de tipo corintio que enmarcan la estancia de la planta baja y otras 24, de menor grosor, enmarcan el estacionamiento.
Una docena de estatuas adorna los jardines, faisanes y cisnes rondan la alberca, lagartos disecados, venados de bronce y un elefante de marfil, así como un par de perros de cerámica.
La gente recuerda cuando comenzó a levantarse el muro de cantera de protección que rodea la casa, rematado con malla de alambrón, pero que se vino a abajo por no tener las mínimas condiciones de seguridad, motivo para que los lugareños lo conocieran mejor como el “muro de los lamentos”.
La casa de Durazo se divisa desde cualquier ángulo de la bahía , tan grande es Desde la carretera costera sobresale el muro, idéntico al del Castillo de Chapultepec de la ciudad de México, igual que la reja de acceso.
Un eje vial de dos carriles, construido exprofeso, va de la costera al portón Se lee “Prohibido el paso NO”
La calzada tiene medio kilómetro de largo; la adornan un camellón con plantas y postes a los lados con faroles y lámparas de gas neón a baja presión El eje sinuoso lleva al visitante hasta el portón A un costado, el estacionamiento y la caseta de vigilancia.
Tras la reja está la fuente principal, con media docena de estatuas: réplicas de el David, Apolo, ninfas y guerreros dóricos con el yelmo espartano, de tamaño natural Es la primera visión, alucinante, de este singular Olimpo.
El paso, adoquinado, conduce hasta el “Partenón” Como los templos griegos para los dioses y edificios de recreo, adintelados con columnas y entablamentos, con salas rectangulares Como en Delfos, pues La mansión de Durazo consta de dos pisos y es de forma rectangular, con columnas rematadas en capiteles Pero con una diferencia notable: hay una combinación de arquitectura griega (el frente) con otra de tipo moderno (la parte trasera), ésta última en color rosa mexicano En ambas fachadas, pórticos empotrados y esculpidos con escenas mitológicas que plasman, tal vez, el canto de Homero al pueblo griego, alegre y conquistador, así como a sus dioses, que lejos de permanecer apartados e inaccesibles estaban siempre dispuestos a descender de las alturas Una antena de televisión, como hasta en una esquina, rompe el encanto.
Apenas se cruza la entrada, en bóvedas, réplicas de Venus de Milo, Minerva, Marte, dan paso a la estancia que ocupa toda la planta baja, con piso de mármol de Carrara Al centro, impresionante, un Zeuz en bronce de dos metros de altura, con una base de la misma dimensión, en una fuente con plantas y spots de colores, con la firma de los artistas preferidos de Durazo: los Ponzanelli.
Hay ánforas y animales disecados o reproducidos en bronce y marfil; del techo, con cadenas, cuelgan macetones de cobre y en las columnas penden lamparillas
La cantina es de mármol también La cocina equipada con hornos de microondas, integral y espaciosa, tanto que caben en ella tres ventiladores de aspa, de lujo, dorados
Las paredes son murales de vivos colores en los que están plasmados aspectos de la vida cotidiana grecolatina Pero hay algo que rompe la armonía y el equilibrio para caer en la exageración e incluso en lo vulgar.
Frente a la estancia, en medio de las columnas, con vista a la bahía, una escalinata lleva a la alberca, con más ninfas y sombrillas blancas Y dos guardianes, un par de perros de cerámica A un costado el bar del jardín, en forma circular y numerosas columnas, la “agorita” como le llaman a trabajadores.
El frente está rematado con jarrones sobre el muro de protección, desde donde se contempla toda la bahía de Zihuatanejo, el otro mundo, el mundo de los pobres, con sus casuchas desperdigadas en los montes.
De regreso, unas escalerillas conducen a la planta alta Un pasillo a todo lo largo, cuyo frente simula una terraza con grecas; cuadros y más cuadros en toda la pared Una sala de esparcimiento con escenas que recrean la mitología helénica, aún con el concepto primario de la divinidad estatuillas, ídolos Y cuatro recámaras con camas colgantes y televisores a color que envidiarían Afrodita o, ¿por qué no? la propia Atenea
Los baños no serían menos para cualquiera de los dioses: más mármol y llaves doradas Todo dorado A través de las ventanas, la colina que resguarda la fortaleza
¿Cómo definir una construcción de esta naturaleza, una combinación de todo lo habido y por haber?
El ingeniero Miguel Farías Salazar, director de Obras Públicas, consultado al respecto, la sintetiza, en estas palabras: “De muy mal gusto, pésimo, diría yo”
Chihuahua ES