Cuando una estrella masiva, entre 10 y 25 veces la masa del Sol, llega al final de su vida, su núcleo colapsa tras una supernova, dando lugar a un agujero negro o a una estrella de neutrones. En casos excepcionales, cuando este núcleo conserva una rotación rápida y un campo magnético intenso, nace un magnetar, un objeto aún más extremo.
Los magnetares poseen campos magnéticos colosales, entre 10¹⁴ y 10¹⁵ gauss, un billón de veces más fuertes que el campo magnético de la Tierra. Esta energía domina su comportamiento, generando radiación de alta energía y violentas tormentas magnéticas que deforman su corteza y emiten rayos X y gamma.
A diferencia de los púlsares convencionales, que pueden rotar cientos de veces por segundo, los magnetares se frenan rápidamente, alcanzando periodos de varios segundos en solo unos pocos miles de años. Durante sus estallidos, pueden superar temporalmente el brillo de toda nuestra galaxia, convirtiéndose en uno de los laboratorios naturales más extremos del cosmos.