Ciudad de México. Abandonar el sistema solar no es tan sencillo como cruzar una frontera. Nuestro vecindario cósmico está rodeado por la Nube de Oort, una región hipotética de cometas y cuerpos helados que se extiende hasta casi un año luz de distancia del Sol y que suele marcarse como el “límite” real del sistema solar.
Las sondas Voyager 1 y 2, lanzadas en 1977, son los objetos más lejanos construidos por la humanidad. Voyager 1 ya cruzó la heliopausa, la zona donde el viento solar deja de dominar frente al espacio interestelar, pero aún está muy lejos de la Nube de Oort. A pesar de desplazarse a más de 61 mil kilómetros por hora, se estima que necesitaría decenas de miles de años para llegar a esa región.
De acuerdo con estimaciones científicas, salir completamente del sistema solar podría requerir entre 30 mil y 60 mil años, dependiendo de la verdadera extensión de la Nube de Oort.
Este cálculo ilustra la enorme escala del cosmos: incluso con la tecnología espacial más avanzada, los viajes más allá del sistema solar siguen estando fuera del alcance humano. Sin embargo, especialistas coinciden en que estas cifras no representan un límite, sino un estímulo para continuar explorando y desarrollando nuevas formas de viajar hacia las estrellas.