En los años 70, en Nuevo León, México, Don José Inés Cantú Venegas, un visionario comerciante de carne, revolucionó la gastronomía norteña.
Nacido en 1926 en Pesquería, Don José se dedicaba al negocio de la carne, buscando siempre nuevas oportunidades.
Durante una visita a Laredo, Texas, se encontró con un corte de carne sorprendentemente sabroso que resultó ser el diafragma de la res, considerado en Estados Unidos como desperdicio y vendido a precios bajos.
Viendo una oportunidad, Don José decidió importar este corte a Monterrey. Gracias a su ingenio, logró pagar pocos aranceles al clasificar la arrachera como víscera, argumentando que era la parte que separaba los pulmones del estómago.
Pero no solo importó la carne, también necesitaba un nombre atractivo. Recordando a su tío, quien usaba el término “arrachera” para referirse al cincho del caballo que ajusta la silla de montar, bautizó así a este corte.
La arrachera rápidamente se convirtió en un éxito. Lo que alguna vez fue considerado desperdicio, ahora era un manjar en las parrillas de Monterrey y el norte de México.
La fama del corte creció, convirtiéndose en un elemento esencial de las carnes asadas, un ritual de convivencia y celebración en la región.
Don José no se detuvo ahí. También inventó la “salchicha asa”, otra delicia que se convirtió en un complemento infaltable en las reuniones de carne asada.
Fundó la empresa Ponderosa y el Restaurante El Regio, consolidando su legado en la gastronomía local.
Aunque Don José Inés Cantú Venegas falleció el 15 de mayo de 2013, su legado culinario permanece vivo. La arrachera, transformada un de desperdicio a manjar, es un testimonio de su visión y perseverancia, celebrada en cada carne asada como un símbolo de ingenio y tradición.
Por Chihuahua Es Historia